Empinada hacia sí, la catedral bermeja aparecía sin permiso. Una tras otra, agredían al cielo ventanas y picos. Sacerdotes errabundos lloraban. Viandantes lacerados ardían. En el frío, mil flagelantes salpicaban: piedras, calzadas, estancias. Un segundo más pedía aquel viajero. Un instante único, para escabullirse solo. Sin más tiempo remojó la hostia. Amenazó al cielo. Riendo sin demoras, como ángel exterminador.
4 comentarios:
una bellezza de soria!!
Me encantan esas imagenes que le colocaste. Que capacidad para sensibilizar a la gente. ! Saludos
Arrechisimo vieja!!!!!
hermoso y violento ejercicio
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